sábado, 20 de junio de 2020

LA CUEVA DE LOS CHORROS (RÍO MUNDO)

    Con gran alegría recibimos la invitación de nuestros compañeros del grupo “Gran Chaman” de Alpera para visitar otra mítica cavidad, La cueva de los Chorros. Este inmenso sistema subterráneo de gran complejidad requiere ir con gente experta y conocedora de esta laberíntica cueva. Además, se añade el cauce activo del río Mundo, que desde las profundidades de la sierra de Segura se abre paso en busca la luz del sol a través de una enorme red de grandes galerías, simas y sifones horadadas por el mismo a través de los siglos. 


    Si Conexión, la entrada superior del sistema que ya visitamos anteriormente tenía una pequeña y discreta entrada, aquí ocurre todo lo contrario. La espectacular entrada a Chorros está acorde con la imponente cueva que se oculta en su interior. Estamos ante uno de los más bonitos e impactantes nacimientos de río que podemos admirar en España.
     En el fondo de un frondoso valle que termina en un gran farallón semicircular de roca caliza y paredes totalmente verticales, se abre majestuosa la gran boca de la cueva por la cual se precipita al vacío el río Mundo, formando una cascada de más de ochenta metros de caída, impresionante. A esto le añadimos el raro fenómeno del “reventón”.
     Tras lluvias persistentes, se produce un gran aumento del caudal activo multiplicándolo por cien veces o más. Convirtiendo este estruendoso espectáculo de varios días de duración, en una importante atracción turística para la zona. Lo cierto es que, hasta ahora este curioso fenómeno solo cuenta para su explicación con varias teorías más o menos aceptadas del por qué se produce. Pero de momento es otro secreto que esconden las oscuras y frías galerías que pronto vamos a recorrer guiados por nuestros ya grandes amigos de Alpera. Dejamos los coches después de pagar nuestra entrada como todos los turistas al principio del aparcamiento, la senda de subida está cerca. Allí preparamos los equipos para la corta pero intensa caminata hasta la boca de la cueva. 
    La senda empieza con un fuerte desnivel apenas aliviado por algún zigzag y la tranquila belleza del bosque que nos rodea. Cuando dejamos de ganar altura salimos a una repisa que tras algún paso de vértigo nos llevara hasta la boca que ya divisamos en la lejanía. No podemos evitar pararnos y contemplar este espectáculo natural desde esta nueva perspectiva, las vistas son imponentes. Pronto estamos en la gran boca de la cueva donde nos ponemos los neoprenos y el equipo aprovechando la pequeña y resbaladiza repisa disponible. Nos comentan los compañeros que primero iremos por la llamada zona seca y volveremos por el río, recuerdo la compleja topografía e intento sin éxito hacerme una idea de lo que nos espera. Embutidos en el neopreno nos adentramos ya por las gélidas aguas del río hasta la base de la catarata Rosa. La ascendemos trepando entre salpicaduras y nos vamos a la vía seca superando algunos pasamanos, enseguida dejamos atrás el estruendo del río. Las amplias galerías se suceden con algún paso algo estrecho entre ellas, pero sin poder llamar a ninguno “gateras”. Algunos empezamos a re-calentarnos dentro del neopreno y agradecemos algún remojón que nos dan los compañeros en los gours durante las múltiples pero cortas trepadas ayudados por alguna cuerda fija que vamos encontrando. Nos van explicando cuando llegamos a algún cruce importante hacia dónde va cada dirección y todos los nombres nos suenan de la topo, pero incluso alguno de los compañeros que ya tiene experiencia en la cueva le cuesta situarse en esta compleja red de galerías.
     Al igual que conexión, esta gran cavidad nos empequeñece y sobrecoge a todos. Paramos a comer antes de llegar al río, ya que es hora de reponer fuerzas y después costara encontrar una zona seca para todos. Durante el parón de la comida el frío nos empieza a invadir rápidamente, agradecemos empezar a movernos otra vez y que desaparezcan los escalofríos. Por fin llegamos al río blanco, un curioso capricho de la cueva. El fuerte contraste negro brillante de las paredes de la alta galería, con el blanco puro del lecho del río nos sorprenden una vez más en nuestra aventura subterránea. Lo seguimos y pronto nos metemos completamente en las aguas de el gran gours, ya nos olvidamos del acaloramiento dentro del neopreno en el anterior sector de la cueva.
     Avanzamos aguas arriba por el lago de los aluviones intercalando pequeñas zonas secas para contemplar el lago azul. Bajo sus aguas color turquesa se oculta el profundo sifón negro que conecta con el lago del despiste al otro lado de la sifonada galería. Damos la vuelta para seguir aguas abajo el interesante río blanco para desembocar a la sala de la cascada de cristal. Otra imponente formación de acertado nombre que nos deja asombrados. Esta gran catarata de piedra, que la naturaleza ha modelado pacientemente para simplemente mantenerla oculta en esta húmeda y oscura cavidad, solo para que unos pocos afortunados la podamos contemplar breve-mente a la brillante luz de nuestros frontales. Las horas pasan y ya hace varias que comimos y descansamos, los incómodos neoprenos nos van pasando factura y todavía queda mucha cueva. No tardamos en contemplar al fondo de la galería el magnífico y gran lago verde. Sus heladas y cristalinas aguas nos permiten contemplar claramente su fondo rocoso varios metros más abajo. 
    Los compañeros saltan ruidosos al lago y empiezan a nadar sobre las siempre frías aguas mientras yo, que nado poco mejor que las piedras inflo mi colchoneta china sobre la que pasare más tranquilamente el profundo lago verde. 
    Nos desviamos a la izquierda del lago para llegar a la orilla y salir a una corta pero resbaladiza rampa arcillosa que nos hace extremar las precauciones al subirla; "Estamos en la galería Albacete". Antes de comenzar a meternos a las límpidas aguas que la inundan, los compañeros de Alpera tienen el detalle de dejarnos pasar primero, ya que una fina capa de limo posada en el fondo se levantará a nuestro paso e impedirá una bonita visión de la galería inundada.
    Al fondo del pasadizo nos salimos del agua y trepamos sobre una profunda poza que sirve de diversión a varios compañeros para hacer un salto desde buena altura. No es muy grande y hay que ajustar un poco el salto, pero si bastante profundo. Después del rato de diversión, volvemos sobre nuestros pasos por las ahora turbias aguas de la galería Albacete. Nos volvemos a sumergir en las frías aguas del lago Verde y tras nadar un corto trecho estamos ante una empinada orilla por la que tenemos que continuar nuestra andadura subterránea.
     Los amplios corredores se suceden alternado bonitos lagos, zonas inundadas, la pulida y erosionada roca de las galerías moldea formas absurdas e imposibles, estamos disfrutando de la diversidad de esta cueva. Cualquier pequeño rincón o lago escondido que nos desviamos para ver, nos regala su belleza.
     Pasamos bajo alguna surgencia que cae con estrépito desde los altos techos y nos moja a nuestro paso, creando caprichosas formas en la mojada roca negra que nos acompaña en todo el recorrido.
     Esta es una de esas cavidades donde desde que te adentras en la oscuridad de sus galerías, no dejas de disfrutar en su contemplación. Ni tan siquiera el cansancio por tantas horas de actividad hace mella en nosotros, seguimos adelante siguiendo desde hace rato las ruidosas aguas del rio que nos devolverán a la superficie. Y así de repente, mientras vamos charlando animadamente dentro del río, tras girar un recodo nos sorprende la luz del día que entra por la gran boca de Chorros. El calorcito del sol nos saluda nuevamente mientras asombrados por este brusco final, nos asomamos de nuevo al espectacular paisaje que se abre a nuestros pies.
     Nos cambiamos en la misma repisa e iniciamos el regreso por la misma senda de vértigo con una grandísima satisfacción por la actividad realizada. Mientras descendemos por el frondoso bosque, intentamos tratar de ordenar en nuestra mente la sucesión de lagos, río, grandes salas y largas galerías que hemos recorrido y nadado guiados estupendamente por nuestros compañeros y amigos del “Gran Chaman”; a los que como siempre estamos tremendamente agradecidos. Estas grandes y laberínticas cuevas cuestan muchísimo de ubicar lo visitado en la topografía, son muchos los cruces entre grandes galerías, sifones y lagos con multitud de nombres que hemos pasado. Tenemos mucha suerte, ya que de la mano de nuestros compañeros hemos disfrutado de un magnifico recorrido por las principales zonas de Chorros.
     Lo único negativo del día es que es Domingo y no podemos recrearnos lo que nos gustaría tomando unas reglamentarias cervecitas en Riopar. Esto último según los expertos y estamos de acuerdo todos, es tan importante como la misma actividad. Todavía nos espera un largo viaje hasta nuestras respectivas casas mientras pensamos ya en nuestra próxima aventura en el misterioso, oscuro, húmedo y frío mundo subterráneo.

PEDRO HERRERO GARCÍA.


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