Con gran alegría
recibimos la invitación de nuestros compañeros del grupo “Gran Chaman” de
Alpera para visitar otra mítica cavidad, La cueva de los Chorros. Este inmenso sistema
subterráneo de gran complejidad requiere ir con gente experta y conocedora de
esta laberíntica cueva. Además, se añade el cauce activo del río Mundo, que
desde las profundidades de la sierra de Segura se abre paso en busca la luz del
sol a través de una enorme red de grandes galerías, simas y sifones horadadas por
el mismo a través de los siglos.
Si Conexión, la entrada superior del sistema
que ya visitamos anteriormente tenía una pequeña y discreta entrada, aquí
ocurre todo lo contrario. La espectacular entrada a Chorros está acorde con la imponente
cueva que se oculta en su interior. Estamos ante uno de los más bonitos e impactantes
nacimientos de río que podemos admirar en España.
En el fondo de un frondoso
valle que termina en un gran farallón semicircular de roca caliza y paredes totalmente
verticales, se abre majestuosa la gran boca de la cueva por la cual se
precipita al vacío el río Mundo, formando una cascada de más de ochenta metros
de caída, impresionante. A esto le añadimos el raro fenómeno del “reventón”.
Tras
lluvias persistentes, se produce un gran aumento del caudal activo multiplicándolo
por cien veces o más. Convirtiendo este estruendoso espectáculo de varios días
de duración, en una importante atracción turística para la zona. Lo cierto es que,
hasta ahora este curioso fenómeno solo cuenta para su explicación con varias teorías
más o menos aceptadas del por qué se produce. Pero de momento es otro secreto
que esconden las oscuras y frías galerías que pronto vamos a recorrer guiados
por nuestros ya grandes amigos de Alpera. Dejamos los coches después de pagar
nuestra entrada como todos los turistas al principio del aparcamiento, la senda
de subida está cerca. Allí preparamos los equipos para la corta pero intensa caminata
hasta la boca de la cueva.
La senda empieza con un fuerte desnivel apenas
aliviado por algún zigzag y la tranquila belleza del bosque que nos rodea.
Cuando dejamos de ganar altura salimos a una repisa que tras algún paso de
vértigo nos llevara hasta la boca que ya divisamos en la lejanía. No podemos
evitar pararnos y contemplar este espectáculo natural desde esta nueva
perspectiva, las vistas son imponentes. Pronto estamos en la gran boca de la
cueva donde nos ponemos los neoprenos y el equipo aprovechando la pequeña y
resbaladiza repisa disponible. Nos comentan los compañeros que primero iremos
por la llamada zona seca y volveremos por el río, recuerdo la compleja
topografía e intento sin éxito hacerme una idea de lo que nos espera. Embutidos
en el neopreno nos adentramos ya por las gélidas aguas del río hasta la base de
la catarata Rosa. La ascendemos trepando entre salpicaduras y nos vamos a la
vía seca superando algunos pasamanos, enseguida dejamos atrás el estruendo del río. Las amplias galerías se suceden con algún paso algo estrecho entre ellas,
pero sin poder llamar a ninguno “gateras”. Algunos empezamos a re-calentarnos dentro del neopreno y agradecemos algún remojón que nos dan los compañeros en
los gours durante las múltiples pero cortas trepadas ayudados por alguna cuerda
fija que vamos encontrando. Nos van explicando cuando llegamos a algún cruce
importante hacia dónde va cada dirección y todos los nombres nos suenan de la
topo, pero incluso alguno de los compañeros que ya tiene experiencia en la
cueva le cuesta situarse en esta compleja red de galerías.
Al igual que
conexión, esta gran cavidad nos empequeñece y sobrecoge a todos. Paramos a
comer antes de llegar al río, ya que es hora de reponer fuerzas y después
costara encontrar una zona seca para todos. Durante el parón de la comida el frío nos empieza a invadir rápidamente, agradecemos empezar a movernos otra vez
y que desaparezcan los escalofríos. Por fin llegamos al río blanco, un curioso
capricho de la cueva. El fuerte contraste negro brillante de las paredes de la
alta galería, con el blanco puro del lecho del río nos sorprenden una vez más
en nuestra aventura subterránea. Lo seguimos y pronto nos metemos completamente
en las aguas de el gran gours, ya nos olvidamos del acaloramiento dentro del
neopreno en el anterior sector de la cueva.
Avanzamos aguas arriba por el lago
de los aluviones intercalando pequeñas zonas secas para contemplar el lago
azul. Bajo sus aguas color turquesa se oculta el profundo sifón negro que
conecta con el lago del despiste al otro lado de la sifonada galería. Damos la
vuelta para seguir aguas abajo el interesante río blanco para desembocar a la
sala de la cascada de cristal. Otra imponente formación de acertado nombre que
nos deja asombrados. Esta gran catarata de piedra, que la naturaleza ha modelado
pacientemente para simplemente mantenerla oculta en esta húmeda y oscura cavidad,
solo para que unos pocos afortunados la podamos contemplar breve-mente a la
brillante luz de nuestros frontales. Las horas pasan y ya hace varias que
comimos y descansamos, los incómodos neoprenos nos van pasando factura y
todavía queda mucha cueva. No tardamos en contemplar al fondo de la galería el magnífico
y gran lago verde. Sus heladas y cristalinas aguas nos permiten contemplar claramente
su fondo rocoso varios metros más abajo.
Los compañeros saltan ruidosos al lago
y empiezan a nadar sobre las siempre frías aguas mientras yo, que nado poco
mejor que las piedras inflo mi colchoneta china sobre la que pasare más tranquilamente
el profundo lago verde.
Nos desviamos a la izquierda del lago para llegar a la
orilla y salir a una corta pero resbaladiza rampa arcillosa que nos hace
extremar las precauciones al subirla; "Estamos en la galería Albacete". Antes de comenzar
a meternos a las límpidas aguas que la inundan, los compañeros de Alpera tienen
el detalle de dejarnos pasar primero, ya que una fina capa de limo posada en el
fondo se levantará a nuestro paso e impedirá una bonita visión de la galería
inundada.
Al fondo del pasadizo nos salimos del agua y trepamos sobre una
profunda poza que sirve de diversión a varios compañeros para hacer un salto
desde buena altura. No es muy grande y hay que ajustar un poco el salto, pero
si bastante profundo. Después del rato de diversión, volvemos sobre nuestros
pasos por las ahora turbias aguas de la galería Albacete. Nos volvemos a sumergir
en las frías aguas del lago Verde y tras nadar un corto trecho estamos ante una
empinada orilla por la que tenemos que continuar nuestra andadura subterránea.
Los amplios corredores se suceden alternado bonitos lagos, zonas inundadas, la
pulida y erosionada roca de las galerías moldea formas absurdas e imposibles, estamos
disfrutando de la diversidad de esta cueva. Cualquier pequeño rincón o lago
escondido que nos desviamos para ver, nos regala su belleza.
Pasamos bajo alguna
surgencia que cae con estrépito desde los altos techos y nos moja a nuestro
paso, creando caprichosas formas en la mojada roca negra que nos acompaña en
todo el recorrido.
Esta es una de esas cavidades donde desde que te adentras en
la oscuridad de sus galerías, no dejas de disfrutar en su contemplación. Ni tan
siquiera el cansancio por tantas horas de actividad hace mella en nosotros,
seguimos adelante siguiendo desde hace rato las ruidosas aguas del rio que nos
devolverán a la superficie. Y así de repente, mientras vamos charlando
animadamente dentro del río, tras girar un recodo nos sorprende la luz del día que
entra por la gran boca de Chorros. El calorcito del sol nos saluda nuevamente
mientras asombrados por este brusco final, nos asomamos de nuevo al
espectacular paisaje que se abre a nuestros pies.
Nos cambiamos en la misma
repisa e iniciamos el regreso por la misma senda de vértigo con una grandísima
satisfacción por la actividad realizada. Mientras descendemos por el frondoso
bosque, intentamos tratar de ordenar en nuestra mente la sucesión de lagos, río, grandes salas y largas galerías que hemos recorrido y nadado guiados
estupendamente por nuestros compañeros y amigos del “Gran Chaman”; a los que
como siempre estamos tremendamente agradecidos. Estas grandes y laberínticas
cuevas cuestan muchísimo de ubicar lo visitado en la topografía, son muchos los
cruces entre grandes galerías, sifones y lagos con multitud de nombres que
hemos pasado. Tenemos mucha suerte, ya que de la mano de nuestros compañeros
hemos disfrutado de un magnifico recorrido por las principales zonas de Chorros.
Lo único negativo del día es que es Domingo y no podemos recrearnos lo que nos
gustaría tomando unas reglamentarias cervecitas en Riopar. Esto último según
los expertos y estamos de acuerdo todos, es tan importante como la misma
actividad. Todavía nos espera un largo viaje hasta nuestras respectivas casas
mientras pensamos ya en nuestra próxima aventura en el misterioso, oscuro, húmedo
y frío mundo subterráneo.
PEDRO HERRERO GARCÍA.
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