sábado, 1 de diciembre de 2018

SIMA LLENCA DE SERRANO


   Nos dirigimos hacia Tous, en la provincia de Valencia. Vamos a visitar una de las mayores salas de la provincia, la sima LLenca de Serrano o simplemente la LLenca como es mas conocida. 
   Pasamos de largo el pueblo de Tous y seguimos la carretera al pantano. Pasamos el desvió que se dirige hacia la presa y poco más adelante dejamos la carretera hacia la izquierda donde un cartel indica un depósito contra incendios. Pasamos otro cruce con el mismo cartel, pero nosotros seguimos de frente por la pista principal, y tras un desmonte vemos a la izquierda un sitio para aparcar del cual sale una senda rocosa que nos lleva a un barranco y a la boca de la cavidad. 

      Nos equipamos en el coche y ya en la entrada de la sima comenzamos a montar la cabecera. Tenemos para elegir spit y parabolt a discreción como pasa siempre en cavidades tan visitadas como esta. Nuestra compañera Quite monta la cabecera con desviador, comienza el descenso del pozo de siete metros de la entrada y comprueba que puede bajar en limpio todo el pozo de cuarenta y tres metros hasta el suelo. La seguimos rápidamente parando a la salida del pozo para admirar la grandiosa bóveda que tenemos sobre nuestra cabeza, aunque en tamaño no se puede comparar con su vecina del Campillo, es impresionante.
   La gran sala donde nos encontramos está dividida en dos partes muy diferentes entre sí. Esta zona es bastante caótica, bloques y arcillas cubren el suelo y la empinada rampa que vamos subiendo hasta llegar a la otra parte de la sala. Aquí todo cambia por completo, entre constantes goteos, grandes estalagmitas cubren su suelo y bellas coladas tapizan casi por completo las paredes con una gama de colores que van desde el negro y gris, pasando por todas las variedades de tonos ocres. La rampa de bajada es bastante mas suave que la anterior, y termina en un pozo bastante grande donde se encuentra la mayor profundidad de la sima -84 metros, el pozo de Martí. 
  Nosotros no tenemos pensado descenderlo y nos dedicamos a recorrer y disfrutar de la sala con nuestras cámaras fotográficas.
   Ahora hay que buscar en la pared este, entre las bellas coladas, un pequeño y estrecho paso que nos llevara a otra sala mas pequeña pero mucho más profusamente decorada con preciosos espeleotemas de todo tipo. El paso es algo incomodo, pero no da ningún problema para superarlo, y entre varias columnas entramos en una de las salas más bonitas que se pueden admirar en la provincia de Valencia. 
   Con unas medidas de 25 x 6 metros y una pendiente de 30º de inclinación que termina en el pozo Sáez de 18 metros que tampoco bajaremos, podemos admirar una gran columna central rodeada por completo de bonitas formaciones de todo tipo. Destacando entre ellas unas estalactitas cilíndricas de seis metros de largo por dos centímetros de diámetro que cuelgan del techo para deleite de los visitantes del mundo subterráneo. Una vez más, admirados por el paciente trabajo de la naturaleza que, con agua, roca caliza y tiempo, ha moldeado las más sorprendentes, caprichosas y variadas formas de calcita que se puedan imaginar. Siendo perecidas en su composición y forma, cada cueva tiene formaciones únicas, sorprendentes y jamás iguales a otras.
   Cada visita a las profundidades de la tierra nos seguirá fascinando y sorprendiendo con estos tesoros que la naturaleza esconde celosamente en las profundidades de cuevas y simas, muchas veces tras penosas gateras, grandes pozos, galerías embarradas y ríos o lagos de gélidas aguas que recorren el interior del increíble mundo subterráneo. Sintiéndonos muy afortunados por formar parte del relativamente pequeño colectivo que puede disfrutar de estas maravillas naturales, salimos de la “sala Vicente Ajado”, nombre del descubridor que un día forzó el paso de la gatera y que nos hizo este gran regalo a todos.
   Bajamos nuevamente la empinada rampa de la sala caótica y vemos la boca del pozo de entrada en la gran bóveda por el que penetra la luz del exterior. Comenzamos la ascensión de los cuarenta y tres metros volados que nos separan de la entrada poniendo a prueba nuestra condición física, siempre parece que cueste mas un volado donde vemos el final que fraccionando el pozo. Poco después estamos todos fuera contentos por haber vuelto a visitar esta bonita sima después de tanto tiempo.

PEDRO HERRERO GARCIA.     


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