
Si Conexión, la entrada superior del sistema
que ya visitamos anteriormente tenía una pequeña y discreta entrada, aquí
ocurre todo lo contrario. La espectacular entrada a Chorros está acorde con la imponente
cueva que se oculta en su interior. Estamos ante uno de los más bonitos e impactantes
nacimientos de río que podemos admirar en España.
Tras
lluvias persistentes, se produce un gran aumento del caudal activo multiplicándolo
por cien veces o más. Convirtiendo este estruendoso espectáculo de varios días
de duración, en una importante atracción turística para la zona. Lo cierto es que,
hasta ahora este curioso fenómeno solo cuenta para su explicación con varias teorías
más o menos aceptadas del por qué se produce. Pero de momento es otro secreto
que esconden las oscuras y frías galerías que pronto vamos a recorrer guiados
por nuestros ya grandes amigos de Alpera. Dejamos los coches después de pagar
nuestra entrada como todos los turistas al principio del aparcamiento, la senda
de subida está cerca. Allí preparamos los equipos para la corta pero intensa caminata
hasta la boca de la cueva.

Avanzamos aguas arriba por el lago
de los aluviones intercalando pequeñas zonas secas para contemplar el lago
azul. Bajo sus aguas color turquesa se oculta el profundo sifón negro que
conecta con el lago del despiste al otro lado de la sifonada galería. Damos la
vuelta para seguir aguas abajo el interesante río blanco para desembocar a la
sala de la cascada de cristal. Otra imponente formación de acertado nombre que
nos deja asombrados. Esta gran catarata de piedra, que la naturaleza ha modelado
pacientemente para simplemente mantenerla oculta en esta húmeda y oscura cavidad,
solo para que unos pocos afortunados la podamos contemplar breve-mente a la
brillante luz de nuestros frontales. Las horas pasan y ya hace varias que
comimos y descansamos, los incómodos neoprenos nos van pasando factura y
todavía queda mucha cueva. No tardamos en contemplar al fondo de la galería el magnífico
y gran lago verde. Sus heladas y cristalinas aguas nos permiten contemplar claramente
su fondo rocoso varios metros más abajo.
Los compañeros saltan ruidosos al lago
y empiezan a nadar sobre las siempre frías aguas mientras yo, que nado poco
mejor que las piedras inflo mi colchoneta china sobre la que pasare más tranquilamente
el profundo lago verde.
Nos desviamos a la izquierda del lago para llegar a la
orilla y salir a una corta pero resbaladiza rampa arcillosa que nos hace
extremar las precauciones al subirla; "Estamos en la galería Albacete". Antes de comenzar
a meternos a las límpidas aguas que la inundan, los compañeros de Alpera tienen
el detalle de dejarnos pasar primero, ya que una fina capa de limo posada en el
fondo se levantará a nuestro paso e impedirá una bonita visión de la galería
inundada.
Al fondo del pasadizo nos salimos del agua y trepamos sobre una
profunda poza que sirve de diversión a varios compañeros para hacer un salto
desde buena altura. No es muy grande y hay que ajustar un poco el salto, pero
si bastante profundo. Después del rato de diversión, volvemos sobre nuestros
pasos por las ahora turbias aguas de la galería Albacete. Nos volvemos a sumergir
en las frías aguas del lago Verde y tras nadar un corto trecho estamos ante una
empinada orilla por la que tenemos que continuar nuestra andadura subterránea.
Los amplios corredores se suceden alternado bonitos lagos, zonas inundadas, la
pulida y erosionada roca de las galerías moldea formas absurdas e imposibles, estamos
disfrutando de la diversidad de esta cueva. Cualquier pequeño rincón o lago
escondido que nos desviamos para ver, nos regala su belleza.
Pasamos bajo alguna
surgencia que cae con estrépito desde los altos techos y nos moja a nuestro
paso, creando caprichosas formas en la mojada roca negra que nos acompaña en
todo el recorrido.
Esta es una de esas cavidades donde desde que te adentras en
la oscuridad de sus galerías, no dejas de disfrutar en su contemplación. Ni tan
siquiera el cansancio por tantas horas de actividad hace mella en nosotros,
seguimos adelante siguiendo desde hace rato las ruidosas aguas del rio que nos
devolverán a la superficie. Y así de repente, mientras vamos charlando
animadamente dentro del río, tras girar un recodo nos sorprende la luz del día que
entra por la gran boca de Chorros. El calorcito del sol nos saluda nuevamente
mientras asombrados por este brusco final, nos asomamos de nuevo al
espectacular paisaje que se abre a nuestros pies.
Lo único negativo del día es que es Domingo y no podemos recrearnos lo que nos
gustaría tomando unas reglamentarias cervecitas en Riopar. Esto último según
los expertos y estamos de acuerdo todos, es tan importante como la misma
actividad. Todavía nos espera un largo viaje hasta nuestras respectivas casas
mientras pensamos ya en nuestra próxima aventura en el misterioso, oscuro, húmedo
y frío mundo subterráneo.
PEDRO HERRERO GARCÍA.
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