La cueva del conejo
está situada en el macizo de los puertos de Beceite, en la localidad de Horta
de San Juan en Tarragona. Aprovechamos la celebración de espeleocanyon 2018 en la
localidad para hacer esta cueva y algún barranco de la zona. El macizo de los
Puertos tiene la particularidad de pertenecer a las comunidades autónomas de Aragón,
Cataluña y Comunidad Valenciana.
La zona es muy abrupta y por esa razón siempre ha estado muy aislada y despoblada.
Al mismo tiempo esa situación ha permitido la conservación de auténticos tesoros naturales, una cantidad de grandes simas y barrancos que solo desde hace pocos años se esta dando a conocer con gran éxito. Hay que destacar que el macizo es parque natural y es necesario la obtención de permisos para la realización de estas actividades deportivas. La zona a sido castigada por incendios forestales hace unos años y constantemente vemos las huellas de destrucción de las que lentamente el macizo se va recuperando. Buscamos las coordenadas de la cueva en wikilok y tras un buen paseo por pistas en regular estado vemos el aparcamiento después de una cerrada curva bajo un grupo de pinos. La localización es sencilla ya que una marcada senda se dirige directa a un barranco al que no hay que bajar, ya que otra senda asciende por la pared derecha y enseguida vemos un pasamanos de seguridad en la repisa del farallón rocoso que nos lleva a la boca rodeados de típica vegetación mediterránea. La entrada es de pequeñas dimensiones y nos obliga a arrastrarnos por la polvorienta rampa de bajada.
Superamos el paso más estrecho que no da ningún problema y ya escuchamos el ruido del agua delante nuestro. Estamos en una ventana que equipamos con un pasamanos de unos dos metros y que permite bajar al lago o acceder a la gran sala por donde viene el río que se precipita al lago a través de otra ventana de pequeñas dimensiones.
El lago tiene nueve metros de profundidad por algo menos de veinte metros cuadrados y toda la magia de un lago subterráneo, con el añadido del estruendo del agua al desplomarse sobre él. Pero solo una pequeña repisa para dos personas permite estar cerca del agua, solo bajo yo para fotografiarlo mientras mis compañeros pasan a la gran sala a la que accedemos bajando una resbaladiza rampa de arcilla donde extremamos las precauciones. Enseguida llegamos a otra preciosa cascada de unos dos metros de caída donde hay una cuerda fija que nos permite superar el resalte. Entramos en una galería meandriforme donde ya no podemos evitar mojarnos, seguimos el rio en un magnifico ambiente acuático. Unas veces andando cómodamente, otras en meandros más estrechos y también arrastrándonos por techos bajos. Pese a su poca profundidad hay sitios que nos obliga a gatear mojándonos enteros.
Las pequeñas cataratas hacen más divertida la exploración y así llegamos al sifón terminal. Otra galería seca asciende un poco a nuestra izquierda, pero en unos pocos metros enseguida se termina también. Los trescientos dieciséis metros de desarrollo de esta divertida cueva se nos hicieron muy cortos y la vuelta igual de disfrutona, también. Superamos el pasamanos de vuelta y nos metemos reptando en las estrechas rampas que bajamos y que nos hacen sudar ascendiéndolas. Solo que ahora vamos mojados y terminamos saliendo al exterior completamente rebozados en barro. Algo normal en esta bonita afición y nuestras visitas al mundo subterráneo.
La zona es muy abrupta y por esa razón siempre ha estado muy aislada y despoblada.
Al mismo tiempo esa situación ha permitido la conservación de auténticos tesoros naturales, una cantidad de grandes simas y barrancos que solo desde hace pocos años se esta dando a conocer con gran éxito. Hay que destacar que el macizo es parque natural y es necesario la obtención de permisos para la realización de estas actividades deportivas. La zona a sido castigada por incendios forestales hace unos años y constantemente vemos las huellas de destrucción de las que lentamente el macizo se va recuperando. Buscamos las coordenadas de la cueva en wikilok y tras un buen paseo por pistas en regular estado vemos el aparcamiento después de una cerrada curva bajo un grupo de pinos. La localización es sencilla ya que una marcada senda se dirige directa a un barranco al que no hay que bajar, ya que otra senda asciende por la pared derecha y enseguida vemos un pasamanos de seguridad en la repisa del farallón rocoso que nos lleva a la boca rodeados de típica vegetación mediterránea. La entrada es de pequeñas dimensiones y nos obliga a arrastrarnos por la polvorienta rampa de bajada.
Superamos el paso más estrecho que no da ningún problema y ya escuchamos el ruido del agua delante nuestro. Estamos en una ventana que equipamos con un pasamanos de unos dos metros y que permite bajar al lago o acceder a la gran sala por donde viene el río que se precipita al lago a través de otra ventana de pequeñas dimensiones.
El lago tiene nueve metros de profundidad por algo menos de veinte metros cuadrados y toda la magia de un lago subterráneo, con el añadido del estruendo del agua al desplomarse sobre él. Pero solo una pequeña repisa para dos personas permite estar cerca del agua, solo bajo yo para fotografiarlo mientras mis compañeros pasan a la gran sala a la que accedemos bajando una resbaladiza rampa de arcilla donde extremamos las precauciones. Enseguida llegamos a otra preciosa cascada de unos dos metros de caída donde hay una cuerda fija que nos permite superar el resalte. Entramos en una galería meandriforme donde ya no podemos evitar mojarnos, seguimos el rio en un magnifico ambiente acuático. Unas veces andando cómodamente, otras en meandros más estrechos y también arrastrándonos por techos bajos. Pese a su poca profundidad hay sitios que nos obliga a gatear mojándonos enteros.
Las pequeñas cataratas hacen más divertida la exploración y así llegamos al sifón terminal. Otra galería seca asciende un poco a nuestra izquierda, pero en unos pocos metros enseguida se termina también. Los trescientos dieciséis metros de desarrollo de esta divertida cueva se nos hicieron muy cortos y la vuelta igual de disfrutona, también. Superamos el pasamanos de vuelta y nos metemos reptando en las estrechas rampas que bajamos y que nos hacen sudar ascendiéndolas. Solo que ahora vamos mojados y terminamos saliendo al exterior completamente rebozados en barro. Algo normal en esta bonita afición y nuestras visitas al mundo subterráneo.
PEDRO HERRERO
GARCIA.
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